Cómo un pequeño tornillo conquistó el mundo
Algunas de las innovaciones más lucrativas no son las más vistosas.
No se anuncian con grandes campañas, no tienen un logo en la portada de una revista y, sin embargo, moldean industrias enteras.
Eso es exactamente lo que ocurrió con Torx, una empresa que en los años 60 diseñó un tornillo aparentemente insignificante, pero que terminó conquistando el mundo industrial.
En esa época, la mayoría de los tornillos eran de ranura plana o de estrella (Phillips).
Ambos funcionaban, pero tenían un problema recurrente: se desgastaban rápidamente y, al aplicar demasiada fuerza, la cabeza se dañaba, dificultando su extracción o ajuste.
Esto generaba costes elevados en mantenimiento, desperdicio de material y pérdidas de eficiencia en fábricas y ensamblajes industriales.
Torx introdujo un diseño radicalmente superior: en lugar de una cruz o una ranura, su tornillo tenía una estrella de seis puntas que ofrecía más agarre, mayor control de torque y menos desgaste.
El beneficio era inmediato: se necesitaba menos esfuerzo para apretar y aflojar, y la durabilidad del tornillo era muy superior.
Pero aquí viene lo interesante. Torx no solo innovó en diseño; su verdadero golpe maestro fue una estrategia de negocio impecable.
- Patentaron el diseño y lo protegieron agresivamente.
- No vendieron directamente al consumidor, sino a grandes industrias.
- Convirtieron su tornillo en un monopolio silencioso.
Automotrices, fabricantes de electrodomésticos, la industria aeroespacial y la electrónica de consumo terminaron adoptando el sistema Torx. Y cada vez que lo usaban, pagaban royalties.
Hoy, es casi imposible fabricar un coche o un teléfono sin tornillos Torx.
Están en los motores de Tesla, en los aviones de Boeing o Airbus, en los iPhones de Apple y en miles de dispositivos de alta precisión.
Lo más impresionante es que la mayoría de los consumidores ni siquiera saben que existen.
No son un producto de marca visible, pero dominan por completo las industrias que los necesitan. Y cada vez que un fabricante los usa, sigue pagando por una simple, pero inquebrantable patente.
Es un monopolio invisible.
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